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lunes, 19 de agosto de 2013

Instantes eternos



Hasta cierto momento de mi vida, veía para atrás y recordaba los momentos de felicidad solamente en retrospectiva. No lograba ser consciente de la inmensidad de los momentos de felicidad hasta que ya habían pasado.
Con el paso de los años, he logrado identificar los momentos en los que estoy siendo genuinamente feliz. De hecho, ahora que soy consciente de ellos, los vivo plenamente. Y en ese vivir, algo mágico sucede, y se vuelven eternos...se congelan en el tiempo, y puedo revivirlos una y otra vez, durante el tiempo que quiera.
Son míos, son mi bagaje, son las columnas de mi vida, lo único que realmente poseo. Lo que me ayuda a seguir adelante y a levantarme si me he caído.
Entre Diciembre de 2012 y Mayo de 2013, la curva de la felicidad, pasó a ser una recta...fueron muchos los momentos de éxtasis, fueron muchos los momentos que se congelaron en mi cabeza para siempre...seguramente muchos de ellos los recordaré el segundo antes de mi muerte, como evidencia indudable de que he vivido. En esos meses, viví momentos que me confirmaban que estaba viva, y que la felicidad es inmensurable y puede llegar a ser infinita, eterna.
La mejor manera de resumir esos 5 meses de vida, son estos instantes que los hice míos y que tienen un espacio eterno en mi memoria:

- Detener el tiempo, y ver en pausa a mi familia dándonos el "Feliz Año 2013", y agradecer ser parte de ella.
- Despertar en el bus de camino a San Francisco de Uyuni y lo primero que veo es el Roraima y el Kukenán majestuosos en medio de la sabana.
- Abrir los ojos la primera noche, mientras dormía en mi hamaca, y ver entre los árboles la Luna y las estrellas.
- El minuto de silencio que tuvimos en la cima del Roraima, en el que pudimos "escuchar nuestras neuronas moverse".
- Quedarnos mudos por la belleza del cielo estrellado del Campamento Kukenán la última noche de la excursión.
- Zally sirviéndonos sopa+deseos la primera noche en su casa, justo antes de la ceremonia de Ayahuasca en Florianópolis.
- Abrir los ojos en la ceremonia de Ayahuasca, y conectar sonrisas+felicidad+brillo en los ojos con Johan, que estaba al otro lado del templo.
- Caminar por La Prainha (Guarda do Embaú) y no entender cómo puede ser posible tanta belleza.
- Ir a dormir, muertos de la risa por estar felices de haber conservado el ranchito en Guarda do Embaú, la noche que cayó la tormenta.
- El reencuentro con Celso en el medio de una acera cualquiera en Porto Alegre. Abrazarnos y no necesitar palabras.
- Llegar al Chass y tomarnos una caipirinha preparada por Diego en Valizas, mientras admiramos la belleza y la buena vibra del pueblo y la playa.
- Ver a Baires mientras llegábamos en barco y llorar de la alegría.
- Abrazar a Teo, y creer en la relatividad del tiempo.
- Manejar el timón de un barco por el Canal Beagle.
- Reír hasta tener dolores abdominales durante la guerra de fotos, en una de las playas de la Ruta J en Tierra del Fuego con Johan y Julio.
- Sentarnos en un mirador en pleno atardecer naranja el Día 1 de la ruta W en Torres del Paine, y ver por primera vez un glaciar en compañía de Tim y Johan.
- Ver el amanecer multicolor desde las Torres del Paine, y sentir la satisfacción de haberlo logrado.
- Conocer a Coco y entender que la clave más importante para realizar los sueños, es creer en ellos.
- Salir de fiesta con la gente del Chaltén, participar en el concurso de baile con Guille, disfrutar de la última noche en el pueblo y caminar zigzagueando la calle, riendo a carcajadas de la alegría, hasta llegar al bus que nos llevó a El Bolsón.
- Abrazar finalmente a mi Jo, que nos recibió en Santiago con un desayuno criollo preparado por él.
- Despertar en el bus, llegando a San Pedro de Atacama luego de 24 horas de viaje...y ver los impactantes paisajes lunares del desierto chileno.
- Habernos conseguido por casualidad: a Tom 4 veces (hostal en Floripa, concierto en Baires, calle en Ushuaia, bar en Santiago), a Nacho (hostal en Colonia del Sacramento, oficina de inmigración en el medio de la nada en Bolivia), a Torsten (Salar de Uyuni, Carretera de la muerte), a Guille (El Chaltén, restaurant en Cusco).
- Ver el atardecer sobre el Salar de Uyuni desde una montaña de cactus, solo conmigo.
- Desayunar con el amanecer más espectacular de mi vida en pleno Salar de Uyuni.
- Sobrevivir al trayecto de bus entre Uyuni y La Paz.
- Sentir la adrenalidad de la velocidad mientras descendíamos en bici por la Carretera de la Muerte, rodeados de cascadas y precipicios increíbles.
- Mascar hojas de coca, y sentir cómo se dormía mi lengua.
- Sufrir la falta de oxígeno por la altura en Pisaq, y entender que soy falible.
- Sobrevivir a la ruta en bici entre Moray y las Salinas de Maras...rodeada de paisajes espectaculares del altiplano peruano.
- Luchar con mi cansancio y el amanecer inminente para ser los primeros en entrar al Machu Picchu.
- Admirar el Machu Picchu desde la cima del Wayna Picchu, y decirnos Johan y yo lo mucho que nos queremos.
- Ver el amanecer junto a Guille con una vista de 360º desde la cima del Putucusi.
- Ver cómo llegó para quedarse una sonrisa perenne en Johan desde que llegamos a Tarapoto.
- Despedirme en Frankfurt de Johan, mi primo hermano y compañero de viaje, con un nudo en la garganta de felicidad...solo nosotros sabemos lo que vivimos en estos 5 meses.


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